No podemos seguir diciendo que estamos en crisis y no actuar. Esto es algo que me oirán decir a menudo si pasean por TechTown. Este mantra surgió de mi frustración por el exceso de debate, evaluación y planificación, que parece ocupar el lugar de la acción a la antigua usanza.
Vivimos y trabajamos en una ciudad necesitada: Detroit. Detroit no sólo es una gran ciudad (139 millas cuadradas, 40 de las cuales están arruinadas o vacías) que ha perdido población de forma constante (31% desde 1990), sino que su población es afroamericana en un 83%, y las empresas de minorías representan sólo el 15% de todos los ingresos de las empresas privadas de Detroit. Sólo una de cada 30 empresas afroamericanas tiene uno o más empleados, frente a una de cada tres empresas blancas.
Detroit sólo tiene 27 empleos en el sector privado por cada 100 residentes, frente a los 81 empleos por cada 100 residentes de Pittsburgh, los 39 empleos por cada 100 residentes de Chicago y los 54 empleos por cada 100 residentes de Cleveland. Mientras tanto, los no residentes ocupan el 70% de los puestos de trabajo de la ciudad. Desde 2007, la renta media de los hogares de Detroit ha descendido en 5.000 dólares, hasta los 25.000 dólares, frente a una renta media nacional de 51.000 dólares.
No tenemos tiempo que perder cuando se trata de ofrecer programas de desarrollo económico. Las necesidades son críticas y las personas a las que servimos están cada vez más impacientes.
No tenemos tiempo para planificar cada paso del camino ni para evitar meter la pata un par de veces por el camino. Tenemos que tener el valor de decidir. Tenemos que ser lo bastante audaces para utilizar nuestro mejor intelecto, experiencia y diligencia debida para planificar y realizar movimientos.
Y, a veces, queramos o no, necesitamos frenar y reflexionar. Tenemos que tomarnos tiempo para analizar qué funciona, qué no funciona y por qué. Un análisis concienzudo puede dar lugar a soluciones eficaces, a la participación de la comunidad y al apoyo de las partes interesadas, y también puede ayudarnos a evitar escollos.
El secreto, el arte de la danza, está en el equilibrio entre la urgencia y la reflexión. ¿Cuánto tiempo dedicamos a cada cosa? ¿Cuándo somos descuidados, y eso se ve diferente de la brillantez?
No estoy seguro de que nunca sepamos realmente la respuesta a esa pregunta, pero sí estoy seguro de que sabemos cuándo hemos encontrado el equilibrio: cuándo estamos haciendo el trabajo importante y tomándonos el tiempo justo para evaluar, medir y pivotar con intención.